Esa Vez Que Pensé Que No Podía
Recuerdo como si fuera ayer ese momento de hace un par de años. Estaba enfrascada en un proyecto personal, algo que me ilusionaba muchísimo pero que, honestamente, me superaba por completo. Noches sin dormir, errores que se repetían, la sensación de estar nadando contra una corriente fortísima. Llegó un punto en que quise tirar la toalla. Pensé: 'Esto no es para mí, no tengo la capacidad, mejor lo dejo'.
Pero había algo que me impulsaba. No era solo la idea del proyecto terminado, era... ¿amor? Sí, creo que esa es la palabra. Amor por lo que hacía, amor por la persona en la que quería convertirme al lograrlo, y también un poco de amor por esa pequeña y terca voz dentro de mí que se negaba a aceptar la derrota.
La Fuerza Que No Vemos
Nos hablan mucho de la disciplina, de la estrategia, de las herramientas correctas. Y sí, todo eso es fundamental. Pero hay una energía, una fuerza interior, que a veces subestimamos: la que nace cuando le ponemos corazón a lo que hacemos. Cuando realmente amamos algo, no solo lo queremos, sino que estamos dispuestos a enfrentar cualquier obstáculo por ello.
Para mí, esa fuerza amorosa se manifestó de varias maneras. Primero, en la pasión por el tema que me mantenía investigando y probando cosas nuevas incluso cuando estaba agotada. Segundo, en el apoyo de mis amigos y familia; el amor que ellos me daban era como un combustible extra. Y tercero, en el auto-amor, en recordarme que era capaz y que merecía darme la oportunidad de intentarlo hasta el final.
Creer Es El Interruptor
Pero esa fuerza, por sí sola, no es suficiente si no la acompañas de la creencia. Creer que es posible. Creer en ti. Creer en el proceso, aunque sea lento y lleno de tropiezos. Es como un interruptor. Puedes tener toda la energía del mundo (el amor/pasión), pero si no 'enciendes' la posibilidad en tu mente, se queda ahí, latente pero sin actuar.
Ese proyecto que casi abandono, ¿sabes qué? Siguió adelante. No fue perfecto, tuve que ajustar cosas sobre la marcha, aceptar que no todo saldría como en el plan original. Pero funcionó. Y mirándolo ahora, me doy cuenta de que la clave no fue tener todas las respuestas desde el principio, sino mantener viva esa chispa de amor por lo que hacía y la firme creencia de que, de una forma u otra, se podía lograr.
¿Qué Amas Tanto Como Para Creer?
Así que, si estás en un punto donde las cosas parecen imposibles, pregúntate: ¿Hay amor en esto? ¿Amas tu idea, tu sueño, a la persona que serás si sigues adelante? Y si la respuesta es sí, entonces concéntrate en encender ese interruptor de la creencia. Porque cuando unes la fuerza del amor con el poder de creer que es posible, créeme, el universo conspira para ayudarte a encontrar el camino. Aún hoy, cuando me enfrento a un desafío grande (como aprender esa nueva tecnología que me trae de cabeza estos días de mayo de 2025 😅), vuelvo a esa idea. Y me funciona.
"Lo que puedas hacer, o soñar que puedes hacer, empiézalo. La audacia tiene genio, poder y magia." Aunque la frase es vieja, me recuerda que el primer paso, el de empezar y creer, es el más poderoso.
No se trata de ingenuidad, se trata de ponerle alma a tus metas y confiar en que tienes dentro lo necesario para alcanzarlas. Inténtalo. Te sorprenderás de lo que eres capaz.


