Tecnología y productividad

¿Eres un impostor en tu trabajo tech? Hablemos de ello

¿Eres un impostor en tu trabajo tech? Hablemos de ello

La primera vez que sentí que no daba la talla

Recuerdo perfectamente la primera vez que me sentí como un completo fraude. No fue al empezar, que eso es casi esperable, sino un par de años después, cuando ya supuestamente sabía lo que hacía. Estaba en una reunión con un cliente importante, hablando de la arquitectura de una aplicación que estábamos construyendo. De repente, el cliente soltó un término que no entendí ni medio. Asentí, puse cara de póker y me sentí el colmo de la ignorancia. Por dentro, me preguntaba: “¿Pero qué hago yo aquí? ¿Cómo es posible que me paguen por esto si no tengo ni idea?”. Sentí que, en cualquier momento, alguien se daría cuenta de que todo era un error, que me habían sobreestimado y que no era más que un aficionado con suerte.

¿Te suena? Esa sensación incómoda, esa voz interna que te susurra que no eres tan bueno como creen los demás, que todo tu éxito es pura casualidad. Eso, amigos, es el síndrome del impostor, y créeme, es mucho más común de lo que piensas, sobre todo en el mundo del desarrollo, el freelancing y cualquier campo donde el aprendizaje es constante y la competencia parece feroz.

¿Por qué nos golpea tanto en el mundo tech?

El sector tecnológico cambia a una velocidad de vértigo. Lo que aprendiste hace seis meses puede que ya esté medio obsoleto. Siempre hay una nueva tecnología, un nuevo framework, una nueva metodología. Esto genera una sensación constante de que nunca sabes lo suficiente. Ves a compañeros o a gente en redes sociales hablando de cosas que no dominas y piensas: “Claro, ellos sí que son listos, no como yo”.

Además, muchos empezamos de forma autodidacta o con bootcamps intensivos. No venimos de una carrera universitaria de cinco años con un título rimbombante. Y aunque eso nos da una agilidad brutal y la capacidad de adaptarnos, a veces la falta de un respaldo académico “tradicional” nos hace sentir que nos falta legitimidad. Es una tontería, lo sé, pero la mente juega malas pasadas.

Mis batallas personales con la duda

A lo largo de mi carrera, he tenido varios encontronazos con este síndrome. Hubo una época, hace unos tres años, justo cuando me lancé de lleno como freelancer, que me costaba horrores poner precio a mi trabajo. Siempre pensaba que lo que hacía no valía tanto, que seguro otro lo haría mejor o más rápido. Aceptaba proyectos por menos de lo que merecían solo por el miedo a que me dijeran que no, o peor aún, a que me contrataran y se dieran cuenta de que no era un “experto”.

Otro momento crítico fue al liderar mi primer proyecto grande. Tenía un equipo a mi cargo y sentía la presión de tener todas las respuestas. Me equivocaba, claro, es humano, pero cada error se sentía como la confirmación de que no estaba a la altura. Me obsesionaba con ser perfecto, algo que es imposible y agotador.

Cómo empezar a darle jaque mate al impostor

Superar el síndrome del impostor no es algo que pase de la noche a la mañana, pero se puede gestionar. Aquí te dejo algunas cosas que a mí me han ayudado (y sigo aplicando):

  1. Documenta tus logros: Parece tonto, pero tener una lista (¡sí, una lista!) de los proyectos que has completado, los problemas que has resuelto, los agradecimientos que has recibido... te sirve como evidencia tangible de tu capacidad. Cuando la duda ataque, mírala.
  2. Habla de ello: En serio, comenta cómo te sientes con amigos desarrolladores, mentores o compañeros de confianza. Descubrirás que a ellos también les pasa. Romper el silencio le quita poder al miedo.
  3. Enfócate en el progreso, no en la perfección: Nadie nace sabiendo todo. La clave en tech es la mejora continua. Compara tu yo de hoy con tu yo de hace un año, no con ese gurú de Twitter que parece que programa en binario mientras duerme.
  4. Establece metas realistas: No esperes dominar un framework entero en dos días. Ponte objetivos alcanzables y celebra cada pequeño paso.
  5. Aprende a aceptar los cumplidos: Cuando alguien te diga que hiciste un buen trabajo, simplemente di gracias. No lo minimices, no digas que fue suerte. Agradécelo y créetelo un poquito.
  6. Recuerda por qué empezaste: Vuelve a la pasión inicial por la tecnología. ¿Qué te gustaba resolver? ¿Qué te motivaba? Conectar con eso te da perspectiva.

No estás solo en esto

Si te sientes identificado con algo de lo que he contado, quiero que sepas algo: es completamente normal. Ese sentimiento de no ser suficiente es, irónicamente, una señal de que te importa tu trabajo y que estás creciendo. Las personas que no se cuestionan nada, a menudo, son las que se estancan.

Así que la próxima vez que esa vocecita te diga que eres un fraude, recuérdale todo lo que has aprendido, los retos que has superado y que, como todos, sigues aprendiendo. Y si te apetece, comparte en los comentarios alguna experiencia tuya con el síndrome del impostor. Verás cuántos nos sentimos igual.

Compartir: